El Museo del Realismo Español Contemporáneo (MUREC, Almería) presenta la exposición Almería. La tierra ausente del pintor Joseba Sánchez Zabaleta (Cistierna, León, 1970), en la que expresa la experiencia sensible y espiritual que le produce la provincia y cómo le ha inspirado a la hora de realizar su serie El olvido que nos habita, de la cual se han seleccionado para la ocasión 18 obras fechadas en los últimos cinco años.

Comprometido con el realismo, Sánchez Zabaleta reflexiona a través de la pintura sobre los objetos que nos rodean y sobre el propio proceso creativo: la poesía visual. A partir de elementos de la naturaleza y del paisaje almeriense, los objetos cotidianos y los edificios abandonados, muestra lo perecedero, el paso del tiempo y la transformación de la materia. Cada uno de sus cuadros evoca el silencio y desde la introspección invita al espectador a convertirse en protagonista de la escena, partiendo de la contemplación y de la meditación, en una pintura de pausa y quietud.

La muestra, organizada por la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino en colaboración con Diputación de Almería y comisariada por Juan Manuel Martín Robles, adentra en una Almería menos conocida, porque el proceso creativo del pintor mantiene una constante, la búsqueda de los lugares que conmueven, aquellos que, desde la ruina y a través de una pintura depurada, se muestran en un espacio desolado y ausente.


Los paisajes que hasta el 30 de marzo habitan la sala 2 de exposiciones temporales del MUREC tienen como protagonista al Cabo de Gata, un refugio para el artista, desde donde parten sus ideas para la pintura y la inspiración de lo cotidiano. Un paisaje lleno de silencio donde cohabita la humilde vegetación, el paso del tiempo, el clamor de sus paisajes y el eco de las voces de sus gentes.

Mediante diferentes construcciones pictóricas, el pintor explora el concepto de habitar, que ha perdido sentido y significado, asociado a un mero aspecto físico, el de una simple ocupación del espacio. Sin embargo, desde su pintura, propone una visión antropológica y filosófica sobre cómo habitamos un territorio a partir de una construcción simbólica, física y estética, desde una preocupación por el arraigo y las formas de pertenencia.

Desde la perspectiva de viajero-pintor, la arquitectura, el fragmento y lo frágil cobran protagonismo en cada una de las piezas que conforman esta muestra. La memoria y sus escombros se convierten en la narración objetiva del paso del tiempo, en un diálogo entre pasado y futuro.